viernes, 12 de septiembre de 2008

8.-Desayuno, comidas... y ¡puerta!


Los desayunos consisten en café/leche, tostadas, fiambre queso/mortadela/jamón York, zumos, fruta kivi/plátano/ naranja/manzana y bollería cada día distinta palmera/magadalena/ bollo con chocolate/torta de azúcar…
En las comidas y cenas, ponen una ensalada para 4 con algunas rodajas de tomate, algunas olivas verdes, juliana de zanahoria-cebolla-lechuga, y salero y vinagreras para servirte a gusto. El pan cortado a rebanadas medianas, tierno, bueno y abundante para los cuatro en una cesta. El vino está embasado en Valdepeñas (Don Opas y El Sotillo) y es ameno porque anima a conversar desde la primera media copa esperando el primer plato, y contundente porque te deja a puntito para la hora de la siesta, o para irte a la cama sin pasar por el telediario.
Han sido las siguientes:
16.8 – comida – gazpacho manchego, cordero al horno con pisto de guarnición, melocotón
cena – sopa de verduras menieur, sepia a la plancha, melocotón
17.8 – comida – paella marinera con variedad de mariscos, dorada al horno, helado
cena – crema de puerros, perca a la plancha con patatas fritas, bol de natillas
con galleta maría
18.8 – comida – guisado de judías con buen acomodo de entreverado, oreja o morro, chorizo;

y muslo de pollo al horno; sandía
cena – sopa de menudillo (buena pero mejor la alternativa: alcachofas con jamón); y

filete ternera ¡jo! con patatas; bol de cuajada con bolsita de miel.
19.8 – comida – fideuá (si esto es fideuá no hemos comido nunca fideuá; y si no es, pues está

mejor que la fideuá); caldereta de cordero ¡qué buenas las patatas fritas que
acompañan!; macedonia.
cena - ensaladilla rusa (2 moldes con aceituna negra encima para decorar); tres

pescadillas crujientes, naranja.
20.8 – comida –lentejas; trucha a la Navarra; melocotón
cena- judías con jamón- tres pescadillas- bol de arroz con leche
21.8 – comida – arroz manchego (como la paella, pero con conejo y pollo, como debe ser);

lomo con patatas. melocotón. (El chulete del camarero me ha tirado la copa del
agua encima. No sabe disculparse)
cena – Sopa de cocido (garbanzos, jamón, huevo duro); guisado de ternera con

patatas fritas.
22.8 – comida – potaje de garbanzos; costillejas de cerdo con tomate y patatas fritas; sandía
cena – menestra de verduras; sardinas no, lo otro; mus de avellanas
23.8 – comida - gazpacho manchego; cordero al horno; tarta casera
cena - revuelto de ajetes; conejo al ajillo con patatas fritas; melocotón
24.8 - comida – paella mixta, costillas de cordero
cena – sopa de verduras; merluza rebozada con fritanga de guarnición
25.8 – comida – cocido de garbanzos; pollo al horno con patatas
cena - (por poco he quedado mal, al no tomar nota y tener mala memoria)
26.8 no hay datos ...¡lamentable!
27/8 ………… ¡puerta! detrás de Jorge hasta Turillena.


Ah, recuerdo también que tomé los baños, espectaculares como las comidas, a las 10 h.

7.-La celeste bailarina o una niña diferente

Siempre me ha parecido un recurso estéril al iniciar la narración de las epopeyas o de las historias importantes, dirigirse a los dioses inexistentes del Olimpo, o a las Musas del Parnaso, a los Genios de la Inspiración o al Hada de los Bosques impetrando la ayuda para ser capaces de describir las batallas, los trabajos desarrollados por los actores, los sufrimientos de los protagonistas, y la gloria alcanzada por los vencedores.
Esta es una historia importante. Pero no sé a quien dirigirme para que me inspire, para que ponga en el teclado las palabras apropiadas y necesarias para describir la candidez, la hermosura, el arte y la gracia de la niña diferente. ¡No tan niña, porque presume por el paseo todos los días tres veces, de zapatos y vestido!... Estampados, lisos con flecos y cordones, floridos con frunces en la cintura y en el escote y en la sisa de las mangas, y ese negro precioso con lentejuelas. ¡Qué contenta va ella sola delante sabiéndose observada y bien cuidada!

Sentado aquí en el porche de la Canzuela, escuchando el burbujeo de la fuente de los delfines con la impureza del molesto ruido de un motor, veo a mi izquierda el bamboleo de las hojas de unos chopos sobre sus largos peciolos como si la saludasen, y cuando la brisa es suave pone a sus hojas de frente como si batiesen palmas y respondiesen al saludo de las manitas de la niña diferente. Cuando reposan hay mayoría de hojas del revés, blanquecinas, lanosas desprendiendo los primeros algodones del otoño tienen el color traslúcido de las manos y los pies de la muchacha. No hay ojos que sepan interpretar los sabores, ni sabores con los que comparar las sensaciones, ni palabras que dibujen las sonrisas, ni explicaciones que puedan acercarse a lo que transmite esa frente luminosa y grande, ese pelo cortado (¡déjatelo bien largo, o con mechas a ver qué pasa!) pero gracioso con su coleta suelta y pequeñita. No sé yo como puedo intentar sin ofenderla, contar aquí cómo son sus ojillos maliciosos que a veces miran por encima de las gafillas. La he vuelto a ver en bañador en el Circuito. Yo sé que muchos, muchos ojos están pendientes de su tipillo por si en sus graciosos movimientos al entrar en la ducha de la entrada descubren un trasunto de los del baile que todos vimos y aplaudimos. Esa niña nos dejó conmovidos. Pocos se fijaron en su nerviosismo mientras permaneció sentada en un lado de la pista. Dejó pasar las dos primeras piezas, y a mitad de la tercera saltando de la silla, en trotecillo peculiar de bailarina peculiar se presentó en un claro de la pista y le dio a las caderas el ritmo ajustado de precalentamiento, y se adornó como final del baile con el desplante de una revolera cogiéndose la cintura con la mano izquierda, elevando hasta el cielo la mano diestra abierta en esa forma de abrir la mano que les enseñan a los bailarines, en movimiento seco y sin olvidar el arrogante gesto de la cabeza como para partirse la nuca. Y allí permaneció plantada unos segundos, no para recibir aplausos, (entendí yo), porque allí no había espectáculo, sino una fiesta de trasnochadores; sino para cumplir con un ritual del que conocía hasta el último detalle, y exigía esa paradita para el homenaje. ¡Qué manita recortada y qué gesto tan imposible porque los deditos no le llegan! Son todos iguales, desde el gordo hasta el meñique. ¡Y que satisfecha! ¡Qué sonrisa tan especial de carita maliciosa! ¡Qué carmín de labios! ¡Qué terciopelo rosa de mejillas sofocadas! Y con el mismo trotecillo y la vista fija en el suelo, sumisa y avergonzadita se sentó con sus familiares que le sobaban los brazos, le acariciaban las piernas, y le decían felicitaciones y carantoñas.
Ella debía saber que la próxima pieza era flamenco. Sonó el primer lamento y saltó como un
resorte de la silla. Dio dos patadas con sus sandalitas sin tacón, y se fue deslizando pasito a pasito, patadita a patadita hasta el lugar de la última revolera; simuló cogerse el pantalón bombacho con los deditos de la derecha (tan pequeños son los deditos de la niña diferente, que difícilmente si llegan para cogerse) torciendo el torso hacia ese lado y arqueando el brazo izquierdo y elevándolo hasta terminar con ese primer movimiento de las manos que los profesionales no pueden olvidar durante cualquier interpretación. Tomada la posición pega la vuelta y define la figura del flamenco mano derecha en alto y la izquierda a la espalda; y comienza a alterarse la melena, con un brazo, con los dos, taconeando, doblando la cintura, realizando corridos para un lado y para el otro y haciendo vueltas sobre un antebrazo con el otro primero hacia afuera y luego deprisa, deprisa hacia adentro sobre el otro, con el otro. ¡Veinte figuras plásticas diferentes soñando tragedias de gitanos, con la fuerza, con la rapidez, con la frescura, con la perfección, con la amargura de una Zarzamora llora que llora! ¡Qué delicia! No me comparéis, por favor, esto con los zapateaos de falda alzada de la Faraona, ni el repiqueteo de aquellos dedos de largas uñas con el revoloteo de los dedillos de las dos pequeñísimas manos de esa niña, que parecen dos remolinos de papel movidos por el viento.
Alucinado, sorprendido, boquiabierto estaba yo pensando que la niña diferente estaba preparando la apoteosis final del baile, cuando con todo el cuidado y respeto a la partitura se pega dos palmadas en los muslos y en la zapatilla, da un salto de corzo, levanta otra vez la mano derecha poderosa y cae con una rodilla en tierra, la frente iluminada y la mirada retadora, con el consabido gesto de la retadora nuca. El baile termina y ella respira cansada y feliz y como si nada se va a su silla con sus familiares mientras el auditorio aplaude con el corazón encogido. Se limpia el sudor de la frente y la nariz con la palma de su mano. ¡Y es que los dedos son tan iguales y tan pequeños!
No tenemos tiempo para más. Ha empezado a sonar Islas Canarias.
Mi mente comienza a retar a esa niña artista. ¿Será capaz de interpretar esta lenta? ¿Hemos visto ya todo lo que sabe?¿Habrá sido coincidencia los desgarros flamencos y lo que sabe? Y la niña artista abriendo los dos brazos como un pajarito que echa a volar, sale de la silla en lento pasodoble, se retira, vuelve a acercarse en lateral como esos toreros que requieren esa postura para templar y que pase el toro, pues así la niña artista fue adornándose mirándose su poderío con todo el empaque y el respeto y emoción que le echaría un guanche. No hay canario, ni manchego que no se sienta enternecido viendo cómo esa niña diferente vuelve las manitas cuando los brazos despacio, despacio han llegado a media altura. Y mientras va evolucionando en redondel , en diagonal y en el centro del claro de su escenario, yo intuí que iba tarareando esa letra del himno de las Canarias. Un repertorio de gestos elegantes, peculiarmente interpretados por la rellenita figura de la niña artista. Caderas, brazos, pasitos, melena, manos, risitas, miradas, concentración, lentitud, belleza… Ta…ra ..rarara. Ta…ra..rarara. El cooorazón de una isa….Ta..ra…rarara Y la muchachita vuelta suavemente a la derecha llevándose con la manita y el brazo izquierdo todos los aires canarios y el del sauce llorón cuyas ramas están a punto de decirle ¡guapa! Y luego vuelta más suave y lenta a la izquierda con el cuerpo como un arco y el brazo derecho organizando ese cataclismo invisible del choque de los ritmos que vienen de la izquierda y de los que ahora se escapan por la derecha. Atención que estoy seguro que va a terminar, porque su cuerpo ha dado tres vueltas, todas con desplante, la mano derecha en todo lo alto pasando graciosamente por la melena y la mano izquierda en la cadera. No hay tipo al que no se le encoja el corazón. Algo especial se prepara. Todo apunta a este momento. ¡Está dando una vuelta, no le va a dar tiempo, va a ser una lástima! La niña artista o los ángeles saben lo que se llevan entre manos. La niña, esa niña diferente artista, está mirando al cielo. La música está acabando. Pero ella sabe que sus bracitos rellenos y sus manos están en tiempo y que abiertas apenas perceptiblemente van juntándose y que toda ella está estirándose de puntillas a lo alto. Y de repente cierra los ojos y cae de rodillas, con la cabeza inclinada y las dos manos juntas en la frente. La música ha terminado. La niña, esa niña artista, está rezando. Muchos de los que estamos contemplándola decimos:
-
Vive, vive y baila muchos años, estrella, dulce bailarina junto a esa señora joven que te cuida, y ese señor que te ampara; y que todos los momentos de tu día sean isas, sevillanas, jotas o fandangos, que nos recuerden que aún existe la ternura y la inocencia, al menos en ese lado donde te ha tocado vivir. ¡Un beso, 300 o más besos de todos!

NOTA: Ninguna foto, ni ningún nombre de todo el blog se corresponde con los reales.
P.D: Le pregunté por su nombre, y me dijo: -Como la Virgen. -¿María? –No, la de Zaragoza. –Ah, Pilarín.
Su serena hermana me dijo: -Hoy tiene un día muy bueno; otros no tanto.
Recuerdo a los tres, cada día.

6.-El tronco del chopo


A la entrada del complejo, siguiendo recto están los hoteles (9) y la Recepción. Pero girando a la derecha pasamos por el camino de entrada al que parece el chalet de los dueños, y continuando encontramos la capilla, donde se celebra misa a las 10 todos los domingos. Es otra de las marcas que diferencian al Balneario. Puede que en alguno de ellos venga un cura a celebrar en el salón social. Pero un espacio, y una construcción con su espadaña y su campana que hace los tres toques en los cuartos precedentes, con sus vidrieras de colores que comparten el motivo de los delfines con otros de Eucaristía, decoradas las esquinas de la cúpula con los cuatro Evangelistas en sepia y oro viejo con el ángel, el león, la vaca y la pluma, y abarcando todo el óvalo unos frescos de la Asunción de la Virgen en un cielo con motivos de ángeles volando a su alrededor y santos orantes deslumbrados por luces celestiales, altar vestido, Cristo de Limpias de tamaño natural presidiendo, y Sagrario, y lámpara de la misma forja de las verjas pesadísima colgante de la cúpula, de un primer piso de cuatro lados con cuatro velas-bombilla en cada centro, y de 8 lados en el segundo con 8 velas en cada centro, no es propio de negocios donde buscan beneficios.
Uno con estas instalaciones, y con recinto privado y cerrado gratis para aparcamiento del vehículo, no es de este mundo. (300 coches a 10 € por día, tampoco es un ingreso despreciable. ¡ Gratias tibi Beni-Mejí!)
Bien, pues a derecha del paseo hay una arboleda de moreras y otros árboles de seis en línea milimétricamente plantados, con sus meandros para situar los bancos, muchos de ellos con el letrero de Caja rural de Albasit. Aquí el suelo es de arenisca y piedrecillas. Aunque no parece que sea muy visitado sin embargo la muchachada de Berolid lo está pasado bomba en algunos columpios y aparatos de parque infantil. A la izquierda del paseo, la misma arboleda, pero más abundante de olmos y pinos de bastante altura, es el espacio para jugar al mini-golf y esconderse y además acercarse al límite del complejo para contactar con la gravera, zarzales, espesura y maleza de la montaña. El paseo termina en una valla de alambre y una puerta de verja abierta, sobre una rampa y una caseta con tornasoles. Es necesario remontarla, para darse cuenta que hay dos personas atendiendo a los bañistas de una inmensa piscina con paredes de la misma piedra negra. Por 3€ al día tienes derecho a utilizar sus instalaciones que consisten en agua fría de entrar y salir, hamacas alrededor y bebidas para calentarte por dentro.
Bueno pues, volviendo pisando tierra del ribazo, en la cuneta practicada para el corrimiento de las aguas de lluvia, encontré un tocón arruinado de unos dos metros de largo con un diámetro hasta de 30 cms. Formaba parte del entorno, no llamaba la atención, era un objeto de no echar cuenta. Sin embargo, gracias a mi costumbre de golpear los objetos con el bastón, acerté a sacudirle en el lugar más débil de su agujereada corteza y quedó prácticamente dividido en dos. Toda la miseria y ruina externa, se convirtió en una explosión de vida y movimiento. De las paredes recién abiertas del tronco caían huevecillos blancos como bombillitas de nácar, que las obreras se apresuraban a resguardar y colocar en otro lugar oscuro. Un rato observando el trajín del hormiguero, y nuevo certero golpe de bastón. Los huevecillos eran ahora, un lugar más interno del tronco, bombillitas con filamento porque se vislumbraban las patitas de los pollos, y el color blanco me pareció teñido de oropel. Nuevamente se pueden pasar varios minutos en la contemplación de las frenéticos saludos con las diminutas antenas, con lo que se intuye que el trabajo es ordenado, y cuáles sean las distintas clases de hormigas que intervienen en cada cometido con tal de reparar los daños, y repeler a los intrusos, como los naturalistas se encargan de explicar. Debí entender que no había mejor ocasión de llegar a las últimas averiguaciones, y le dí nuevamente el bastonazo al trozo de tronco menos perjudicado. ¡Bingo! Alli estaban nuevamente las bombillas con filamento, pero ya con dos puntitos negros que eran los ojos, o las antenas, o la cabeza con su boca de tenaza. Seguramente yo tenía que advertir que estaba creando el caos en ese mundo animal de organización tan perfecta. Y que el accidente para esos seres indefensos ante el mundo insensible de los humanos, no era ni más ni menos la misma catástrofe que la de un autobús de termalistas que se despeña barranco abajo. Pero no lo advertí, no me conmovieron sus prisas, no sentí como pérdida irreparable la destrucción de vida que forma parte de la naturaleza, no creí que estuviera haciendo un desalojo sin orden judicial alguna para unos cuantos miles de insectos del Señor. No. No lo advertí. Le dí otro varetazo a otro trozo del nada quejoso madero, y finalmente aparecieron las alaicas (así las llamábamos los chicos del pueblo) dispuestas a su pesar a tomar el vuelo. Alguna lo intentaba pero caía impotente a los pocos metros o al menos, desorientada. Otras se dejaban conducir por unas hormigas más grandes que las de los huevecillos. Y otras no admitían ayuda alguna buscando por sí mismas un lugar donde albergarse, sabedoras, quizá que ni el tamaño corporal ni de las alas, eran los adecuados y exigidos por su naturaleza para echarse a volar y organizar nuevos hormigueros. Dejé el hormiguero con su catástrofe, y al pasar por la capilla, recuerdo que pensé:
-Señor, ¿qué esconden las personas en su interior? ¿Hemos de ser como el tronco viejo, que necesitamos del bastón de un abuelo para que nos descubran o para saber de qué pasta estamos hechos?
Y me prometí consultarlo alguna vez con Jorge. Pero como se dice vulgarmente: “No le eché ni frío ni calor”
Y me acerqué al comedor, que eran las 13 h. y se me pasaba el turno.

5.- La cascada y los cinco surtidores


Antes de tomar el baño, me siento en un banco de hierro, (quizá uno de los menos cómodos existentes, pero estratégicamente colocado) y se ven los cuatro chorros de la cascada principal. Los dos primeros simplemente son dos burbujas gordas, dos borbotones que salen de sendos pilotes de piedras negras. Los otros dos, el de la derecha sube potente todo el conjunto hasta la cima y cae sin despeinarse, lánguido y monocorde, como si al llegar a la cima se llenasen vasos que a continuación se vaciasen como cangilones invisibles. Los cuatro forman parte del mismo concierto, y el más alto con la subida persistente del líquido y con el golpe uniforme y desmayado de su caída despeñándose en el pedregal de donde mismo sale, refuerza el de las aguas mansas con reminiscencias, tal vez, de las silenciosas pegadas a la tierra del manantial, de los borbotones más próximos al bordillo del paseo. El otro que le hace pareja se desparrama para formar el pabellón de un trompón de bajo, hecho de agua pulverizada. Y es el chorro que permite al que se sienta en el banco de hierro en ese preciso momento, recién conectadas las máquinas para que empiece el espectáculo, contemplar miles de gotas luchando por subir más alto cuanto más pequeñas, posiblemente para deslizarse abandonándose como los niños más pequeños se abandonan en los toboganes sin sensación de peligro, milagrosamente lentas haciendo el arco para precipitarse. Es entonces cuando los cientos de ellas que se dejan atravesar por los furtivos rayos de sol que las penetran con su claridad, se convierten en destellos de cristalitos rotos que van a parar al estanque convirtiéndose en bolitas deslizantes en la superficie clara hasta que finalmente explotan y vuelven a ser agua lisa y clara de manantial. Pero es por eso que son estas gotitas que se desprenden en todo lo alto de las paredes más sólidas de la corola que sube, subdividiéndose en otras más pequeñas y en otras solo visibles cuando pasan por el sol (¿o al revés?), las que hacen fascinante su contemplación, a la vez que disfrutas de la monótona música (¿o el rezo?) del fluir y despeñarse de las aguas. Y es que en la ladera de donde viene el sol, hay pinos plantados donde el uno ensombrece al siguiente, y conforman una penumbra tupida sobre el paseo, hasta llegar precisamente a los dos que casi tocan el agua de la cascada, cuyo ángulo permite filtrar unos pocos de sus rayos, e irisar o producir miles de destellos como miles de gotitas sea capaz de subir el surtidor, en una locura frenética de subidas y caídas. Finalmente tienes que fijarte en el director de la orquesta, y en el escenario. Este es un pequeño estanque que al llegar a la cascada, se convierte en láminas finas de cristal según la dimensión de cada piedra que forma el borde del estanque, es como un telón ondulado transparente, cuyo caudal discurre despeñándose por las cuatro escaleras onduladas, de la misma piedra negra de casi todos los detalles de las veredas y alguno de la fachada de los hoteles, o la Cafetería, hasta que en la última ondulación, otra cascada como la de arriba, es como una lámina transparente que corta silenciosa, apenas sin vislumbrarse el corte, la pequeña alberca verdinosa de musgo y con dos focos de luz sumergidos en el fondo sobre la que resbala la espuma alborozada y armoniosa de las gotas partidas de los chorros.
El surtidor que está en lo más alto preside –dirige- la salmodia del agua. Pero he descubierto que es mejor observar lo que con él ocurre, por la noche. Porque la luz de uno o varios faros lo enfocan de tal forma que hacen visible a un personaje fantasmal cuyo esqueleto es el grueso chorro vertical iluminado hasta la cara y sobre ella el cráneo ensombrecido o sin luz, con grisácea cabellera repartida en dos melenas, que van dividiéndose en desgarrados vestidos formando parte de un psicodélico director enloquecido en conseguir que los músicos no se salgan de la loca partitura que él dirige e interpreta. El surtidor repite una secuencia de tres alturas. En la media parece como si sudando, desmelenado, girando el torso 90º hacia atrás, diera entrada con toda la energía de su batuta, a toda la orquesta, permitiendo a cada músico la máxima potencia de su instrumento hasta que en el siguiente arrebato de la altura menor experimentar la gloria del final de la apoteosis musical, que sin solución de continuidad comienza nuevamente en cuanto el surtidor está de nuevo en la mayor altura.
Si alguna vez vienes, lector amable, a estos baños, fíjate en las tres sombras que proyecta el surtidor en el muro de piedras negras decorativo. Porque creo que se retrasan, son como fotocopias movidas, incapaces de perseguir tanto entusiasmo del personaje, de sus andrajosos vestidos, del sudor imposible de enjugar por el ritmo trepidante que le exigen los otros surtidores intervinientes. Pueden verse ambas alucinaciones en un solo golpe de vista, una plateada y transparente ejerciendo de Maestro de ceremonias, y la otra marcando más nítidas las tres alturas como tres hermanos del Jorobado, y atacando una vez, abriendo el coro la segunda, y señalando el calderón al magnífico orfeón cuando comienza erguido nuevamente a dirigir el Genio de las aguas, la cascada. Cerrad los ojos lectores, y escuchad el rumor del agua, tratando de distinguir cuál procede de la cascada y cuál de la fuente de los dos delfines que está detrás, frente a la Canzuela. O seguid el trayecto de la gota que ha subido a la mente del chorro director, en caída libre y reventando luego, integrándose en el primer estanque en el filo del escenario, y finalmente formando parte de la profundidad del último remanso pegada a la pared del foco.Pero si ya estuvieses enganchados al suavísimo fresco relente mañanero, embriagado de menta, rosales y nogueras, no os sentéis en el banco de hierro más incómodo. Porque si cerráis los ojos es posible que las sombras de tres alturas del surtidor principal se tornen en arpías mitológicas generadoras del chorro, no al revés, y que intentan desesperadamente arrastrarlo a la caverna de piedras negras que es su muro al que se agarran y jamás abandonan. Abrid bien los ojos y mirad las agujas de los pinos cómo bordan ojales y bodoques en el miriñaque de gasa y tela blanca de la cascada. Porque si no, quizá os despertéis a media noche despavoridos, como yo, Valentín, el autor, diciendo a un familiar a grito pelado ¡MENTIROSO! y desasosegando el plácido reposo de vuestra Ambarina.

Y nada tiene que ver con intriga o recursos literarios,.... que todo ha sido como lo cuento.

4.-El complejo termal Beni-Mejí


En la pared exterior de los primeros edificios, hay una hilera de árboles colocados de forma que entre cada dos cave un coche y allí están aparcados disponiendo de sombra durante todo el día. No hay libre ningún hueco y tengo que aparcar en pleno sol al otro lado del camino. La puerta es negra de forja de dos enormes batientes. A juzgar por lo que me cuesta la puertecilla de mis apartamentos, ésta de barras tan gruesas, forjas y remates, tiene que ser cara. Tras ella un croquis-letrero con hasta 42 puntos para localizar y para gobernarte en tus desplazamientos por el complejo.
Según llamada que hemos recibido en ruta, tenemos la habitación 51, del hotel Pacuela. Son las 13’20. Con estos datos hacemos acto de presencia en la RECEPCIÓN, localizada en el punto 14 del croquis. Hay varias muchachas con blusita verde y chándal gris. La que nos atiende no parece entender que lo tengamos reservado y sepamos de antemano la habitación. Pero “la muchacha” que conoce el tema enseguida le quita la rejilla de organización y mirándome fijo a los ojos: -¿Es vd. Valentín Peña, verdad?
Ay, qué bien se le queda a uno el cuerpo, cuando tan pronto y tan lejos de tus orígenes eres conocido, y recibido con la sonrisa de la muchacha.
-Si, sí. Somos nosotros, -digo yo realmente halagado y dejando sin terminar la conversación iniciada con la anterior muchacha de verde, y esbozando nuestra más cordial y cariñosa sonrisa para la que suponemos era quien gestionó nuestra autorización.
-¿Van a pagar ahora? (¡Son directos estos manchegos!)
Me pareció rara y carente de cordialidad la pregunta, pero…

-Sí, sí, claro. Dígame cuánto le debo.
–Pues 789 €, y a comer en el 2º turno, porque el 1º empieza a las 13 y ya se ha pasado.
Pues aquí tienes; 14 de 50, que son 700 y estos otros dos de 50 para que te cobres los 89.
Yo pensé, y la Ambarina también: -Seguro que Paquita y Jorge están en el comedor.
-¿Sabes lo que vamos a hacer, antes de subir las maletas? –le dije a Ambar. Pues pasarnos por el comedor a ver si están, para decirles que hemos llegado bien, y que no se preocupen por la tardanza.
Con que entramos y allí estaban con la mesica reservada para lo sucesivo, y en el 1er turno. Y como a la camarera no le pareció mal el que nos sentáramos y servirnos inmediatamente, así lo hicimos y empezamos a comer y a hablar del viaje, y de lo magnífico de las instalaciones, y de que ese no era el lugar de aparcamiento sino dentro de los límites del complejo había espacio asfaltado, con sombra y con seguridad.
Pues nada más terminar de comer, deshicimos los pasos hasta la entrada, liberé al coche del sol y lo metí en el aparcamiento y en la primera plaza libre del cornejal de fondo, no fuera que no tuviéramos otra libre entre las otras 4 filas de coches, allí lo deposité casi con la intención de no volver a encenderlo para ir a ningún sitio.
Para la subida de equipaje desde el propio aparcamiento, hay una pequeña rampa al final del recinto; y lo conveniente era acercar el coche hasta esa rampa, y luego acceder a nuestra habitación que resultó estar precisamente al final del primer pasillo corredor que comunica los hoteles e instalaciones, para que los bañistas estén a cubierto sin tener que salir al exterior a la intemperie. Para no encontrarnos con que abandonada la plaza otro coche nos la ocupara, Jorge se quedó con la maleta pequeña, ocupando el sitio; fui con el coche, bajé los trastos del maletero mientras Ambarina se hacía cargo de las 4 o 5 bolsas guardatrajes, y volví rápidamente a donde Jorge. No había tenido ocasión de altercado alguno; entré en la plaza, y fuimos andando hasta la rampa. Uno las bolsas, otros las maletas recorrimos 100 metros del pasillo (aire acondicionado,metro y medio de anchura, retejado, mamparas opacas de aluminio, y cada veinte pasos una maceta con flores, arbustos o enredaderas, suelo de cerámica sepia limpio como las habitaciones. A medio túnel, está la puerta al Pacuela, y otra que va pasillo adelante a Ciudad de la Corneja. Y la parte del pasillo que sigue sin dejar el primero se comunica con la zona del médico y tomas de tensión, así como terapias y tratamientos, cruzando previamente la calle del paseo mayor que, partiendo de la entrada termina en la carretera asfaltada propiedad del balneario que conduce a Berolid entre monte bajo frondoso a mano derecha hasta lo alto del monte, donde se persiguen con estrépito quince o veinte pájaros verdeamarillos del tamaño de los tordos. Gorriones pacíficos en los claros, haciendo hoyuelos en la grava enarenándose de polvo y arenisca erosionada del monte; dos torcaces picoteando alguna bellota de las encinas de la ladera, o entre las zarzas de escalambrujos que ponen puntos colorados en los grises de los hierbajos, aliagas sin flor, abrojos, esparto, tomillo y romero. ¡Qué lindo el entorno y qué soberbio el monte repleto de sabinas, enebros y carrascas de media altura!
Y a la izquierda el valle… ¡Qué ordenadas las plantaciones de olivos con terrenos oxigenados, y en cada olivo rodeándolo un caballón alto para anegarlo de agua que traen de una cuba y una manguera con
alargadera que van cambiando uno a uno!¡Todos tienen su encharcado! Son olivos bajos, resumidos para que pueda pasar el tractor sobre ellos con el aparataje que permite varear las ramas sin que el fruto caiga al suelo.
Y qué umbrosos los olmos, las carrascas, incluso alguna higuera y varias nogueras a la orilla de la carretera y hasta el mismo Berolid! ¡Y qué fortuna o subvenciones más bien empleadas para forjar este paraíso…¡Bien por Benito-Mejí padre, y los hijos de sus hijos que son los que al parecer, ahora gestionan las termas!
Jorge y yo especulamos sin mucho conocimiento que el vallado de la finca bien puede tener 30 o 40000 m2, que el ministro Bueno lo ha tenido que subvencionar, porque no hay fortuna que sea capaz de soportar tanto detalle, en los contornos de los árboles centenarios, con sus pequeños adoquines haciendo el círculo, ¡todos en su sitio -como en la Explanada-!,su goteo correspondiente, sus cortezas de pino o cantos blancos de río para que no salgan malas hierbas, las cascadas naturales simuladas, sus fuentes con esculturas de delfines y sin escatimar luces incrustadas en el pavimento, bancos (a veces con el letrero de Caja Rural de Albasit) en cada parterre, mesas cuadradas, y redondas para más personas, y sillas debajo de cada sauce, u olmedo o al lado de los distintos arbustos con flores que crecen en el primer nivel debajo de cada conjunto de recios castaños silvestres o plataneros, rosales, claveles del poeta amarillo chillón, el borde de cuyas hojas hacen arabescos y filigranas…y cientos de metros de muelle césped bajo las arboledas y más verde luminoso en las zonas abiertas con su fuente de delfín, o pequeñas esculturas decorativas sin fuente, pero con un pequeño lago que retiene el cielo.¡Que de composiciones de jardinería en grandes maceteros por cualquier sitio, con plantas sin flor, y plantas con flores de cinco colores diferentes ¡Qué sé yo la diversidad de ellas adornando los bordillos levantados para sentarte en cualquier lugar, y recoger con la mano y con cuidado el olor de cada mata, como la hierbabuena que aparentemente crece por su cuenta en la enorme taza con fuente de piedras negras como un risco, de frente a la Cafetería. ¡Fíjate en cada mujer que la rodee, y verás que seguro parte con la uña y el dedo disimuladamente, y se lleva las tres hojitas y el capullín en que termina cada brote, y seguidamente se lo lleva a la nariz!¡Mientras que los abuelos hacen lo mismo pero directamente se ponen el ramito en la boca y van mordiendo el nervio con los dientes! ¡Y fijaros en ese lirio rosa transparente, y en aquel otro morado, entre las calas blancas. Rosales recién podados, otros con rosas ya marchitas, blancas, amarillas, rosas, rojas, botones carmesíes recién abiertos. Y en cada plantita su base de abono con su goteo correspondiente. ¡Es un jardín botánico sin letreros que lo ensucien! (Dice Mejí que el que sepa, sepa; y el que no a Internet por euro y medio cada media hora!
Porque Wi-Fi no hay. ¿…? -Porque no hay. ¡Y yo me entiendo!)

miércoles, 10 de septiembre de 2008

3.-Los preparativos inmediatos

Bueno pues; el día 15, Ambarina de buena mañana empezó a echar encima de la cama grande todos los vestidos y objetos que fueran susceptibles de viajar, y poco a poco, tras este primer desalojo de los armarios, fueron trasladándose a la habitación de las chicas, donde está la tabla de planchar y hay más espacio para poner las maletas en el suelo y corre mas el aire por las dos ventanas, que además sirven para ir redistribuyendo lo que va entrando de la cama grande. Lentamente cada maleta fue albergando las cosas imprescindibles en un viaje de quince días.
-Luego verás qué bien te viene cuando pidas los palillos, la aspirina, el peine y el calzador. ¿Y si te manchas un pantalón ¿qué te pones si hace frío? ¿Llevas el perfume, y las cuchillas de afeitar? ¿Llevas el gorro, la gorra y el albornoz? ¿Pues, … y las zapatillas de goma para caminar por los espacios termales?... –me dice y me repite Ambarina cada vez que suspiro (bueno “soplo”) al pasar y mirar de reojo sus idas y venidas.
Mi trabajo, ese día, consiste en asegurarme de la ruta que se ha de seguir, especialmente los desvíos y número de carretera para llegar al balneario, y nada más porque es faena intelectual donde es importantísimo no equivocarse, que requiere sosiego, muchas horas, concentración, tranquilidad; lamentablemente con frecuencia, es una labor muy poco valorada. Lo mismo que el conducir con los cinco sentidos exige reposo físico e intelectual de uno o dos días sin dar palo al agua. En fín, yo sé que esta es una cuestión de pedagogía a muy largo plazo.
Jorge me decía que él hace el viaje hasta Albasit, motivado porque su coche circula en función de la velocidad mantenida, al ser automático el cambio de marchas. Yo he visto que por Marencia hay bastantes kilómetros menos y la carretera es autovía hasta Hollín, y los desvíos es muy probable que no tengan dificultad al ser localidades cabeceras de comarcas de escasa población. La cuestión es que el día 15 tenía confeccionado el siguiente itinerario:
“Salgo por la Falla, rotonda del puente a San Julián y por la derecha del barranco, coger por debajo del puente de la Carretera de Salencia la Autovía que va a Marencia. Hechos unos 70 km., antes de llegar a la capital, desvío a la derecha a Colonia Segura; después Archibuena; luego Pieza, pasado la cual termina la autopista y se convierte en carretera 201 hasta Tollín (Luego comprobaría que en la actualidad ya es autovía desde el primer desvío a Colonia hasta Tollín. Pero bueno). Antes de llegar a Tollín, atento porque está el desvío a la 312, para ir a Leche de la Tierra. No es el nombre de esta localidad la que aparece primero, sino que en la flecha de la 312 pone GUISSON, pero siguiendo esa dirección al final topas verticalmente con la carretera que va directamente a Montaraz, y que antes de llegar a este destino principal, pasas por Monteópar y MALUBRE (que es donde deberían estar los baños pero que no es así, porque el Balneario , ni siquiera está en Berolid sino que cruzado el pueblo, continuar 2 km y a mano izquierda allí está el complejo al que se accede por un camino de 200 metros.”

2.-Los Preparativos


Gracias a los buenos oficios del consuegro Jorge, el día 16 de Agosto 2008 nos pudimos poner de viaje a tomar los baños supradichos.
Ello requirió un viaje previo para convencer a la recepcionista que debía reservarnos 4 plazas que necesitábamos para el alojamiento propio y el de nuestros respectivos cónyuges; y así lo debió entender la muchacha porque parece ser que le pidió a Jorge una copia del expediente en donde se nos denegaba la solicitud por no alcanzar los puntos para obtener plaza, y ser admitido a pegarte 11 noches de relax con derecho a paseo, dos platos postre pan y vino, ducha a tope-grifo sin miedo a que se acabe el gas, siesta de dos horas, bingo, silla, mesa y parchís, aparcamiento asfaltado con sombrajos y jardines que se describirán… (379€ por barba)
Es el caso que a los cinco días del primer viaje, la recepcionista del viaje previo, llamó a Paquita y le dijo: -Señora, que tienen plaza para el día 4.
Claro, Paquita se quedó ... Porque en esos días, trataban de encontrar Residencia para Virginia, la cual comenzaba a dar señales inequívocas de que precisaba mayores atenciones médicas y personales.
-Fíjate, le comentaba a Jorge, -si ahora no podemos ir, y quedamos mal con la muchacha, que tanto interés se ha tomado para conseguir meternos en un turno.
-Vale, Paquita. Las cosas son así. Nosotros hemos querido hacer las cosas bien. Otra cosa es cómo resultan al final. Ahora mismo le llamamos, y antes de renunciar, vamos a ver si puede cambiar la fecha.
Con que hicieron eso. Tras varias tentativas para localizar a la muchacha, ésta volvió a ponerse, creo que con la intención de cerrar en ese mismo momento la inscripción. Pero Jorge le comentó la nueva dificultad que había surgido en la familia. Lo que nadie nos esperábamos fue la comprensión de la muchacha, que tras unos segundos angustiosos de espera –“Aguante, no cuelgue sr. Jorge”- va y le dice: -¿Les viene bien para el día 15 de Agosto?
Y va Jorge y le contesta: - Nos viene bien. Pero ¡A ver! al ser fin de quincena y fiesta de la Virgen, sería mejor para el 16. Y va la muchacha y le dice: -Venga pues, no hablemos más. Quedan reservadas dos habitaciones dobles, para venir a comer el día 16 de agosto.
-Gracias, hija –dijo Paquita quitándose un gran peso de encima. Y luego, entre nosotros:
-Mira, antes no teníamos ni fecha ni plaza, y ahora en un momento podemos elegir tres…
Y todo sucedió a pedir de boca. Tras muchas horas de gestiones con organismos y amistades, kilómetros y aclaraciones de cuentas bancarias, recetarios, exposiciones y discusiones con directores de todas las Residencias existentes en la provincia, ingresos y altas en hospitales, médicos de cabecera… etc. finalmente Virginia tiene los papeles arreglados y un futuro sostenible en la Residencia de Callalva, a partir del 1º de Septiembre. (Más cerca de Dormiben, más barata y casi con las mismas prestaciones que la de Rubiamiel)
Y además, nosotros dispuestos a tomar viaje a los Baños, en cuanto llegue el día 16.

1.-Balneario de Beni-Mejí

Lector benevolente (léase: parientes muy cercanos):
Si localizas los baños de que voy a hablarte, y compruebas que ni el agua discurre por donde y como yo te describo, ni está ya el madero con las hormigas, ni la ruta de carreteras es la misma que yo he seguido, no me llames mentiroso. No será porque yo te haya mentido. Alguna china interrumpe el surtidor, y produce otros regatos; o es que la más pequeña rama del último pino se ha partido y ya no filtra el sol sino que lo deja penetrar directamente en el estanque cortando en oro sus cristales, sin permitir que nos fijemos en el juego de las cascadas; o es que ya han terminado las carreteras locales y comarcales que yo he visto en obras o que figuraban cortadas en mi mapa. Lo que te cuento es verdad, sino con las carencias de un aprendiz de escritor. No me llames mentiroso, por favor. Abandona la lectura, pero no me digas mentiroso. Ni a ser posible consultes el folleto de mano y compares con lo que os relato. Procura que las únicas imágenes que tengas como referencia sean las que mis torpes y nada literarias palabras te susciten, y deja para los publicistas y demás destripa-paisajes y devora-rutas que fotografíen sin orden ni concierto, ni historias que los sustenten las maravillas que salgan a su paso.
Permite además, gentil leyente, que cuente aquí lo que creo es la causa de un sueño con el que se relaciona.

Con motivo del exquisito melón con jamón que sirvieron a mi Ambarina, les informaba yo a Paquita y a Jorge, que los mejores melones que nosotros habíamos comido eran los que un amigo de Polasanta, compañero y la mejor persona del mundo cultivaba en una casa de campo de la partida de Verdevall donde vivía, con su padre medio ciego, su madre baldada casi sin poder cambiar de postura, su mujer María, el corazón de la casa que gobernaba los animales, los abuelos y a tres hijos, (dos niñas y un zagal, capaces cualquiera de ellos de dar una pedrada al gorrión que se atreviera a picotear una mangrana). Paralizados se quedaban, ellos que se revolcaban en cualquier sitio del terreno, sin miedo a rasguñarse ni preocupados por el deterioro de sus vestidos, cuando bajaban de aquella Citroen AK mis tres hijas que debían parecerles figuritas de porcelana dando vueltas apoyadas en un pie, sobre la tapa de una cajita de música, a las que no hay que tocar porque se estropea el mecanismo. María era mujer de ninguna palabra. -¡Pero!, Señoreta, -le decía a mi Ambarina en cuanto bajaba frente a la naya, (porche o soportal de casi todas las casas levantinas para hacer la siesta por la tarde y tertulias por la noche) recién regadas mil tinajas y macetas con ejemplares de todos los rosales, palmas y geranios del mundo. Con lo cual quería decirnos: -¡Qué gusto que hayan venido, Señoreta y Valentín! ¡Pero! volvía a repetir cogiendo la manita de mi Encarnín, para decirle: ¡Hola pelirroja! ¡Pero!, al darle un beso a la Pili, queriendo decirle: -No te fíes de ese gato que es traidor. Y ¡Pero! decía a mi María Jesús queriendo decir: ¡Bendita la madre que te parió!, que así de clara era María cuando menos te esperabas. (Valentín, al cuento, .... volvamos al melón.)
Pues nada, que sin desmerecer la gran amistad, el cariño que nos teníamos mutuamente, el singular respeto y tratamiento que el matrimonio y los zagales dispensaban a los abuelos, el exquisito sabor de aquel arroz con pollos engordados por María, sin embargo todo hay que decirlo, era un lugar sucio y pestilente donde los haya.
-Uy, ¿qué va? ¡Qué mentiroso! Si en aquella naya tan fresca en la más calurosa hora del medio día, no entraban más que las mariposas. Si María ponía toda la energía de labradora en mantener aquel sitio como lo tenía, como los chorros del oro para que los abuelitos y nosotros estuviésemos en la gloria. ¡Anda, anda, Valentín, no cuentes mentiras!
Sorprendido miré a Jorge que disimulaba. Y a Paquita que exigía una explicación con su mirada.
Pariente o Lector amable, si quieres pasa por alto hasta “Los preparativos”, pero aunque fuese desagradable necesariamente tuve que decirle:
-Ambarina, convendrás conmigo que a sólo centímetros de la naya, tenían un lavadero para todo, bajilla y colada, por cuyo aliviadero al abrir el grifo se inundaba el surco que regaba las palmeras donde tantas veces, alguna de las nenas metió el pie para alborozo del Carlitos y la Merceditas y desconsuelo de la mayor, Celia, que se sentía responsable de la fechoría. Convendrás conmigo que a tres metros sólo del lugar limpio como los chorros del oro, atados en cuatro estacas de hierro de medio metro de profundas porque a menos podían con el atado, tenían nuestros amigos 4 mastines, o podencos, o perdigueros con sus correspondientes palanganas de comida y esparcidos eso sí en el extremo de la cadena, excrementos recientes y sabe Dios de cuanto tiempo. Convendrás conmigo Ambarina, que a tan solo 10 metros tenían una pajarera con más de 100 verderones que utilizada para cazar pajarillos en época de paso del estrecho que revoloteando generaban un polvillo que llegaba justo al lugar limpio, limpio, limpio. Y finalmente convendrás conmigo que adosado a la cara sur de la casa principal tenía un mulo la cuadra, cuyo hedor pestilente y ácido era tan penetrante que había tenido Félix que hacer dos grandes agujeros en las dos paredes de barro, so pena de encontrarse cualquier día al mulo tieso envenenado. Bueno pues (taparos los oídos, o cerrar los ojos), tenía el animal tal cantidad de moscas desde la punta de las alicaídas orejas hasta la punta del rabo que ya había dejado de usarlo para matarlas, que era como si no tuviera pelo, como si estuviese enfermo y lo hubieran cubierto con una capa hecha con esos nudos de lana que eran las moscas. Recuerdo que acompañando a Félix por todas las dependencias le dije imprudentemente: -Félix ¿está cambiando de pelo el animal? –No, -me contestó creo que muy avergonzado. -Es que al no llegarnos el agua para el riego no se gana el alojamiento, y a mi me faltan manos mientras Carlitos no crezca. Eso me dijo, créeme, lector amigo. Por lo tanto Ambarina, pregona tú la limpieza de la naya y su buen estar, que no es falso. Pero no es posible que te hayas olvidado de aquel otro lugar pestilente y sucio como pocos,y especialmente del mulo. No he mentido
Y aquí lo dejamos.