viernes, 12 de septiembre de 2008

4.-El complejo termal Beni-Mejí


En la pared exterior de los primeros edificios, hay una hilera de árboles colocados de forma que entre cada dos cave un coche y allí están aparcados disponiendo de sombra durante todo el día. No hay libre ningún hueco y tengo que aparcar en pleno sol al otro lado del camino. La puerta es negra de forja de dos enormes batientes. A juzgar por lo que me cuesta la puertecilla de mis apartamentos, ésta de barras tan gruesas, forjas y remates, tiene que ser cara. Tras ella un croquis-letrero con hasta 42 puntos para localizar y para gobernarte en tus desplazamientos por el complejo.
Según llamada que hemos recibido en ruta, tenemos la habitación 51, del hotel Pacuela. Son las 13’20. Con estos datos hacemos acto de presencia en la RECEPCIÓN, localizada en el punto 14 del croquis. Hay varias muchachas con blusita verde y chándal gris. La que nos atiende no parece entender que lo tengamos reservado y sepamos de antemano la habitación. Pero “la muchacha” que conoce el tema enseguida le quita la rejilla de organización y mirándome fijo a los ojos: -¿Es vd. Valentín Peña, verdad?
Ay, qué bien se le queda a uno el cuerpo, cuando tan pronto y tan lejos de tus orígenes eres conocido, y recibido con la sonrisa de la muchacha.
-Si, sí. Somos nosotros, -digo yo realmente halagado y dejando sin terminar la conversación iniciada con la anterior muchacha de verde, y esbozando nuestra más cordial y cariñosa sonrisa para la que suponemos era quien gestionó nuestra autorización.
-¿Van a pagar ahora? (¡Son directos estos manchegos!)
Me pareció rara y carente de cordialidad la pregunta, pero…

-Sí, sí, claro. Dígame cuánto le debo.
–Pues 789 €, y a comer en el 2º turno, porque el 1º empieza a las 13 y ya se ha pasado.
Pues aquí tienes; 14 de 50, que son 700 y estos otros dos de 50 para que te cobres los 89.
Yo pensé, y la Ambarina también: -Seguro que Paquita y Jorge están en el comedor.
-¿Sabes lo que vamos a hacer, antes de subir las maletas? –le dije a Ambar. Pues pasarnos por el comedor a ver si están, para decirles que hemos llegado bien, y que no se preocupen por la tardanza.
Con que entramos y allí estaban con la mesica reservada para lo sucesivo, y en el 1er turno. Y como a la camarera no le pareció mal el que nos sentáramos y servirnos inmediatamente, así lo hicimos y empezamos a comer y a hablar del viaje, y de lo magnífico de las instalaciones, y de que ese no era el lugar de aparcamiento sino dentro de los límites del complejo había espacio asfaltado, con sombra y con seguridad.
Pues nada más terminar de comer, deshicimos los pasos hasta la entrada, liberé al coche del sol y lo metí en el aparcamiento y en la primera plaza libre del cornejal de fondo, no fuera que no tuviéramos otra libre entre las otras 4 filas de coches, allí lo deposité casi con la intención de no volver a encenderlo para ir a ningún sitio.
Para la subida de equipaje desde el propio aparcamiento, hay una pequeña rampa al final del recinto; y lo conveniente era acercar el coche hasta esa rampa, y luego acceder a nuestra habitación que resultó estar precisamente al final del primer pasillo corredor que comunica los hoteles e instalaciones, para que los bañistas estén a cubierto sin tener que salir al exterior a la intemperie. Para no encontrarnos con que abandonada la plaza otro coche nos la ocupara, Jorge se quedó con la maleta pequeña, ocupando el sitio; fui con el coche, bajé los trastos del maletero mientras Ambarina se hacía cargo de las 4 o 5 bolsas guardatrajes, y volví rápidamente a donde Jorge. No había tenido ocasión de altercado alguno; entré en la plaza, y fuimos andando hasta la rampa. Uno las bolsas, otros las maletas recorrimos 100 metros del pasillo (aire acondicionado,metro y medio de anchura, retejado, mamparas opacas de aluminio, y cada veinte pasos una maceta con flores, arbustos o enredaderas, suelo de cerámica sepia limpio como las habitaciones. A medio túnel, está la puerta al Pacuela, y otra que va pasillo adelante a Ciudad de la Corneja. Y la parte del pasillo que sigue sin dejar el primero se comunica con la zona del médico y tomas de tensión, así como terapias y tratamientos, cruzando previamente la calle del paseo mayor que, partiendo de la entrada termina en la carretera asfaltada propiedad del balneario que conduce a Berolid entre monte bajo frondoso a mano derecha hasta lo alto del monte, donde se persiguen con estrépito quince o veinte pájaros verdeamarillos del tamaño de los tordos. Gorriones pacíficos en los claros, haciendo hoyuelos en la grava enarenándose de polvo y arenisca erosionada del monte; dos torcaces picoteando alguna bellota de las encinas de la ladera, o entre las zarzas de escalambrujos que ponen puntos colorados en los grises de los hierbajos, aliagas sin flor, abrojos, esparto, tomillo y romero. ¡Qué lindo el entorno y qué soberbio el monte repleto de sabinas, enebros y carrascas de media altura!
Y a la izquierda el valle… ¡Qué ordenadas las plantaciones de olivos con terrenos oxigenados, y en cada olivo rodeándolo un caballón alto para anegarlo de agua que traen de una cuba y una manguera con
alargadera que van cambiando uno a uno!¡Todos tienen su encharcado! Son olivos bajos, resumidos para que pueda pasar el tractor sobre ellos con el aparataje que permite varear las ramas sin que el fruto caiga al suelo.
Y qué umbrosos los olmos, las carrascas, incluso alguna higuera y varias nogueras a la orilla de la carretera y hasta el mismo Berolid! ¡Y qué fortuna o subvenciones más bien empleadas para forjar este paraíso…¡Bien por Benito-Mejí padre, y los hijos de sus hijos que son los que al parecer, ahora gestionan las termas!
Jorge y yo especulamos sin mucho conocimiento que el vallado de la finca bien puede tener 30 o 40000 m2, que el ministro Bueno lo ha tenido que subvencionar, porque no hay fortuna que sea capaz de soportar tanto detalle, en los contornos de los árboles centenarios, con sus pequeños adoquines haciendo el círculo, ¡todos en su sitio -como en la Explanada-!,su goteo correspondiente, sus cortezas de pino o cantos blancos de río para que no salgan malas hierbas, las cascadas naturales simuladas, sus fuentes con esculturas de delfines y sin escatimar luces incrustadas en el pavimento, bancos (a veces con el letrero de Caja Rural de Albasit) en cada parterre, mesas cuadradas, y redondas para más personas, y sillas debajo de cada sauce, u olmedo o al lado de los distintos arbustos con flores que crecen en el primer nivel debajo de cada conjunto de recios castaños silvestres o plataneros, rosales, claveles del poeta amarillo chillón, el borde de cuyas hojas hacen arabescos y filigranas…y cientos de metros de muelle césped bajo las arboledas y más verde luminoso en las zonas abiertas con su fuente de delfín, o pequeñas esculturas decorativas sin fuente, pero con un pequeño lago que retiene el cielo.¡Que de composiciones de jardinería en grandes maceteros por cualquier sitio, con plantas sin flor, y plantas con flores de cinco colores diferentes ¡Qué sé yo la diversidad de ellas adornando los bordillos levantados para sentarte en cualquier lugar, y recoger con la mano y con cuidado el olor de cada mata, como la hierbabuena que aparentemente crece por su cuenta en la enorme taza con fuente de piedras negras como un risco, de frente a la Cafetería. ¡Fíjate en cada mujer que la rodee, y verás que seguro parte con la uña y el dedo disimuladamente, y se lleva las tres hojitas y el capullín en que termina cada brote, y seguidamente se lo lleva a la nariz!¡Mientras que los abuelos hacen lo mismo pero directamente se ponen el ramito en la boca y van mordiendo el nervio con los dientes! ¡Y fijaros en ese lirio rosa transparente, y en aquel otro morado, entre las calas blancas. Rosales recién podados, otros con rosas ya marchitas, blancas, amarillas, rosas, rojas, botones carmesíes recién abiertos. Y en cada plantita su base de abono con su goteo correspondiente. ¡Es un jardín botánico sin letreros que lo ensucien! (Dice Mejí que el que sepa, sepa; y el que no a Internet por euro y medio cada media hora!
Porque Wi-Fi no hay. ¿…? -Porque no hay. ¡Y yo me entiendo!)

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