viernes, 12 de septiembre de 2008

7.-La celeste bailarina o una niña diferente

Siempre me ha parecido un recurso estéril al iniciar la narración de las epopeyas o de las historias importantes, dirigirse a los dioses inexistentes del Olimpo, o a las Musas del Parnaso, a los Genios de la Inspiración o al Hada de los Bosques impetrando la ayuda para ser capaces de describir las batallas, los trabajos desarrollados por los actores, los sufrimientos de los protagonistas, y la gloria alcanzada por los vencedores.
Esta es una historia importante. Pero no sé a quien dirigirme para que me inspire, para que ponga en el teclado las palabras apropiadas y necesarias para describir la candidez, la hermosura, el arte y la gracia de la niña diferente. ¡No tan niña, porque presume por el paseo todos los días tres veces, de zapatos y vestido!... Estampados, lisos con flecos y cordones, floridos con frunces en la cintura y en el escote y en la sisa de las mangas, y ese negro precioso con lentejuelas. ¡Qué contenta va ella sola delante sabiéndose observada y bien cuidada!

Sentado aquí en el porche de la Canzuela, escuchando el burbujeo de la fuente de los delfines con la impureza del molesto ruido de un motor, veo a mi izquierda el bamboleo de las hojas de unos chopos sobre sus largos peciolos como si la saludasen, y cuando la brisa es suave pone a sus hojas de frente como si batiesen palmas y respondiesen al saludo de las manitas de la niña diferente. Cuando reposan hay mayoría de hojas del revés, blanquecinas, lanosas desprendiendo los primeros algodones del otoño tienen el color traslúcido de las manos y los pies de la muchacha. No hay ojos que sepan interpretar los sabores, ni sabores con los que comparar las sensaciones, ni palabras que dibujen las sonrisas, ni explicaciones que puedan acercarse a lo que transmite esa frente luminosa y grande, ese pelo cortado (¡déjatelo bien largo, o con mechas a ver qué pasa!) pero gracioso con su coleta suelta y pequeñita. No sé yo como puedo intentar sin ofenderla, contar aquí cómo son sus ojillos maliciosos que a veces miran por encima de las gafillas. La he vuelto a ver en bañador en el Circuito. Yo sé que muchos, muchos ojos están pendientes de su tipillo por si en sus graciosos movimientos al entrar en la ducha de la entrada descubren un trasunto de los del baile que todos vimos y aplaudimos. Esa niña nos dejó conmovidos. Pocos se fijaron en su nerviosismo mientras permaneció sentada en un lado de la pista. Dejó pasar las dos primeras piezas, y a mitad de la tercera saltando de la silla, en trotecillo peculiar de bailarina peculiar se presentó en un claro de la pista y le dio a las caderas el ritmo ajustado de precalentamiento, y se adornó como final del baile con el desplante de una revolera cogiéndose la cintura con la mano izquierda, elevando hasta el cielo la mano diestra abierta en esa forma de abrir la mano que les enseñan a los bailarines, en movimiento seco y sin olvidar el arrogante gesto de la cabeza como para partirse la nuca. Y allí permaneció plantada unos segundos, no para recibir aplausos, (entendí yo), porque allí no había espectáculo, sino una fiesta de trasnochadores; sino para cumplir con un ritual del que conocía hasta el último detalle, y exigía esa paradita para el homenaje. ¡Qué manita recortada y qué gesto tan imposible porque los deditos no le llegan! Son todos iguales, desde el gordo hasta el meñique. ¡Y que satisfecha! ¡Qué sonrisa tan especial de carita maliciosa! ¡Qué carmín de labios! ¡Qué terciopelo rosa de mejillas sofocadas! Y con el mismo trotecillo y la vista fija en el suelo, sumisa y avergonzadita se sentó con sus familiares que le sobaban los brazos, le acariciaban las piernas, y le decían felicitaciones y carantoñas.
Ella debía saber que la próxima pieza era flamenco. Sonó el primer lamento y saltó como un
resorte de la silla. Dio dos patadas con sus sandalitas sin tacón, y se fue deslizando pasito a pasito, patadita a patadita hasta el lugar de la última revolera; simuló cogerse el pantalón bombacho con los deditos de la derecha (tan pequeños son los deditos de la niña diferente, que difícilmente si llegan para cogerse) torciendo el torso hacia ese lado y arqueando el brazo izquierdo y elevándolo hasta terminar con ese primer movimiento de las manos que los profesionales no pueden olvidar durante cualquier interpretación. Tomada la posición pega la vuelta y define la figura del flamenco mano derecha en alto y la izquierda a la espalda; y comienza a alterarse la melena, con un brazo, con los dos, taconeando, doblando la cintura, realizando corridos para un lado y para el otro y haciendo vueltas sobre un antebrazo con el otro primero hacia afuera y luego deprisa, deprisa hacia adentro sobre el otro, con el otro. ¡Veinte figuras plásticas diferentes soñando tragedias de gitanos, con la fuerza, con la rapidez, con la frescura, con la perfección, con la amargura de una Zarzamora llora que llora! ¡Qué delicia! No me comparéis, por favor, esto con los zapateaos de falda alzada de la Faraona, ni el repiqueteo de aquellos dedos de largas uñas con el revoloteo de los dedillos de las dos pequeñísimas manos de esa niña, que parecen dos remolinos de papel movidos por el viento.
Alucinado, sorprendido, boquiabierto estaba yo pensando que la niña diferente estaba preparando la apoteosis final del baile, cuando con todo el cuidado y respeto a la partitura se pega dos palmadas en los muslos y en la zapatilla, da un salto de corzo, levanta otra vez la mano derecha poderosa y cae con una rodilla en tierra, la frente iluminada y la mirada retadora, con el consabido gesto de la retadora nuca. El baile termina y ella respira cansada y feliz y como si nada se va a su silla con sus familiares mientras el auditorio aplaude con el corazón encogido. Se limpia el sudor de la frente y la nariz con la palma de su mano. ¡Y es que los dedos son tan iguales y tan pequeños!
No tenemos tiempo para más. Ha empezado a sonar Islas Canarias.
Mi mente comienza a retar a esa niña artista. ¿Será capaz de interpretar esta lenta? ¿Hemos visto ya todo lo que sabe?¿Habrá sido coincidencia los desgarros flamencos y lo que sabe? Y la niña artista abriendo los dos brazos como un pajarito que echa a volar, sale de la silla en lento pasodoble, se retira, vuelve a acercarse en lateral como esos toreros que requieren esa postura para templar y que pase el toro, pues así la niña artista fue adornándose mirándose su poderío con todo el empaque y el respeto y emoción que le echaría un guanche. No hay canario, ni manchego que no se sienta enternecido viendo cómo esa niña diferente vuelve las manitas cuando los brazos despacio, despacio han llegado a media altura. Y mientras va evolucionando en redondel , en diagonal y en el centro del claro de su escenario, yo intuí que iba tarareando esa letra del himno de las Canarias. Un repertorio de gestos elegantes, peculiarmente interpretados por la rellenita figura de la niña artista. Caderas, brazos, pasitos, melena, manos, risitas, miradas, concentración, lentitud, belleza… Ta…ra ..rarara. Ta…ra..rarara. El cooorazón de una isa….Ta..ra…rarara Y la muchachita vuelta suavemente a la derecha llevándose con la manita y el brazo izquierdo todos los aires canarios y el del sauce llorón cuyas ramas están a punto de decirle ¡guapa! Y luego vuelta más suave y lenta a la izquierda con el cuerpo como un arco y el brazo derecho organizando ese cataclismo invisible del choque de los ritmos que vienen de la izquierda y de los que ahora se escapan por la derecha. Atención que estoy seguro que va a terminar, porque su cuerpo ha dado tres vueltas, todas con desplante, la mano derecha en todo lo alto pasando graciosamente por la melena y la mano izquierda en la cadera. No hay tipo al que no se le encoja el corazón. Algo especial se prepara. Todo apunta a este momento. ¡Está dando una vuelta, no le va a dar tiempo, va a ser una lástima! La niña artista o los ángeles saben lo que se llevan entre manos. La niña, esa niña diferente artista, está mirando al cielo. La música está acabando. Pero ella sabe que sus bracitos rellenos y sus manos están en tiempo y que abiertas apenas perceptiblemente van juntándose y que toda ella está estirándose de puntillas a lo alto. Y de repente cierra los ojos y cae de rodillas, con la cabeza inclinada y las dos manos juntas en la frente. La música ha terminado. La niña, esa niña artista, está rezando. Muchos de los que estamos contemplándola decimos:
-
Vive, vive y baila muchos años, estrella, dulce bailarina junto a esa señora joven que te cuida, y ese señor que te ampara; y que todos los momentos de tu día sean isas, sevillanas, jotas o fandangos, que nos recuerden que aún existe la ternura y la inocencia, al menos en ese lado donde te ha tocado vivir. ¡Un beso, 300 o más besos de todos!

NOTA: Ninguna foto, ni ningún nombre de todo el blog se corresponde con los reales.
P.D: Le pregunté por su nombre, y me dijo: -Como la Virgen. -¿María? –No, la de Zaragoza. –Ah, Pilarín.
Su serena hermana me dijo: -Hoy tiene un día muy bueno; otros no tanto.
Recuerdo a los tres, cada día.

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